miércoles, 17 de febrero de 2016

Actividad física en niños


Desde tiempos primitivos el movimiento está ligado a la especie humana como parte de su evolución y supervivencia. De hecho, en la naturaleza, la vida es movimiento.

Todo aquello que detiene su curso, se estanca, pudre y muere, como el agua. Y la vitalidad que observamos en los niños es fruto de su continuo movimiento.

El niño vive en sintonía con su cuerpo. Su naturaleza interna se comunica con la naturaleza externa, mediante un dialogo de frecuencias análogas. Un niño crece gateando, caminando, corriendo, jugando, probando, tocando, lanzando, tirando, empujando… La actividad física en los niños no sólo es natural, sino necesaria para su correcto desarrollo físico, emocional y psicológico.

Cada niño, como ser individual y perfecto, demandará una actividad física distinta, en función de su disposición biológica y ambiental. En mi opinión es una idea equivocada incluir en su agenda semanal un tipo de actividad física obligatoria. Ésta sólo debería ser contemplada si el niño así lo demanda. Si bien en las grandes ciudades el niño ve limitada o reducida drásticamente su actividad a la clase de educación física del colegio o una excursión esporádica de fin de semana. En esos casos sí se hace necesaria la práctica de una actividad física complementaria con el fin de evitar enfermedades y trastornos asociados al sedentarismo. Un ejemplo son los casos de diabetes tipo II y la obesidad infantil que en las últimas décadas han aumentado de forma alarmante.

El TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), es un trastorno abordado desde la medicina y la psicología con tratamientos farmacológicos y terapias conductuales. Mas sólo un porcentaje mínimo de casos se revelan con un origen biológico. Los padres, profesionales y público en general deberían saber que en el año 2000, un artículo publicado por Journal of the American Medical Association (Revista de la Asociación Médica Norteamericana) reconocía como tercera causa de muerte en Estados Unidos a las enfermedades iatrogénicas, es decir, enfermedades derivadas de tratamientos médicos. Otras investigaciones, sin embargo, sitúan a este tipo de enfermedades en el segundo lugar.

Resulta necesaria la siguiente reflexión: ¿No será que los niños necesitan más libertad de movimiento y expresión corporal en un mundo que les limita y aísla cada vez más?

Visualízate como niño por un momento. Te encuentras en un entorno natural, rodeado de árboles, extensas praderas y un arroyo de agua cristalina. Corres, saltas, lanzas piedras al arroyo, chapoteas en él, escalas rocas y árboles, hueles, sientes la hierba bajo tus pies descalzos… Y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos te encuentras en una habitación cerrada, iluminada con la luz artificial de una lámpara y frente a una pantalla de televisión que te muestra el paisaje que experimentabas momentos antes, y es la imagen de otro niño quien disfruta ahora de ese paraje idílico. Es muy probable que tus emociones se manifiesten en forma de frustración, nerviosismo, ansiedad. Te gustaría ser el niño feliz de la pantalla y disfrutar como él, pero debes resignarte y adaptarte a este nuevo contexto…

Un ejemplo más sencillo sería pedirte que imagines que alguien te ata de pies y manos y te deja sentado en una silla por un tiempo. Cierra los ojos… ¿notas esa sensación? ¿Qué tal un ascensor (un metro cuadrado) que de repente se para entre la novena y décima planta contigo en su interior?…

Mi intención es que empatices con el alma de un niño cuando se siente limitado. Un niño es libre, pura energía y vitalidad. Necesita sentir la sensación de libertad, aun respetando las normas sociales y de convivencia. Y cada niño lo hace saber de maneras distintas.

Por otro lado, quisiera añadir que la actividad física no es la única vía de expresión del niño. Éste puede decidir manifestar sus inquietudes de forma intelectual o creativa, por ejemplo, tocando un instrumento musical, pintando, por medio de la cría y cuidado de animales, creando un pequeño huerto…

Cada niño en su desarrollo revela distintas cualidades. Fomentemos aquellas en las que destaque, en vez de priorizar aquellas áreas o materias que no se le den bien.

Ayudemos a que los niños alcancen la excelencia de aquellas actividades para las que se ven inclinados de forma instintiva y temprana, y no les convirtamos en niños mediocres que saben un poco de todo.

En mi experiencia como docente, he tenido niños con una rapidez mental asombrosa pero de escasa destreza motora, niños con altas capacidades en matemáticas pero con pocas habilidades para las artes plásticas, niños con un potencial de redacción y expresión oral y escrita soberbia, pero a quienes los números les producían urticaria... Deberíamos fomentar sus virtudes, no sus debilidades.

La LOMCE habla de inteligencias múltiples, y nos dice qué tenemos que trabajar y tratar como profesionales de la educación, aunque aún las leyes educativas tendrían que evolucionar muchísimo para atender a las verdaderas y reales necesidades de los niños (y no tanto a conocimientos y estadísticas), pues son las verdaderas y reales necesidades de nuestra sociedad, no lo olvidemos. Todos podemos influir para mejorar nuestro presente y en definitiva, nuestra sociedad, depende de cada uno de nosotros.

¡Manos a la obra!



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domingo, 14 de febrero de 2016

La Actividad Física para la salud

Actividad física es todo conjunto de movimientos del cuerpo que resulta un gasto energético mayor a la tasa de metabolismo basal.

La conciencia social actualmente confunde actividad física con deporte, incluso cuando los facultativos médicos recomiendan deporte, en realidad quieren decir actividad física.

Distintas investigaciones concluyen que la práctica deportiva puede resultar nociva para la salud, en tanto que la actividad física beneficiosa, contemplada dentro de unas pautas. El cuerpo está preparado para el movimiento, de hecho favorece distintas funciones fisiológicas reportando considerables beneficios físicos (regula la presión arterial, mejora el tono muscular, la flexibilidad y movilidad de las articulaciones, la respuesta inmunológica y la capacidad cardiorrespiratoria, aumenta la elasticidad muscular, incrementa la densidad ósea, da más energía y capacidad de trabajo…) y psicológicos (mejora el estado de alerta, incrementa la sensación de bienestar general, aumenta y fortalece la autoestima, mejora la calidad del sueño, disminuye el estrés mental…), entre otros.

Pero, ¿qué es salud? Nuevamente nos encontramos con un término extensamente utilizado, en ocasiones de forma ambigua. Por ello quiero compartir en este apartado la definición de salud elaborada por la OMS (Organización Mundial de la Salud):

“Es el estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
De la cual se deduce que un perfecto estado de salud es el resultado del equilibrio entre el plano físico, mental y social de la persona. Si uno de los tres se ve alterado, la salud o bienestar se resiente.
Una persona con una rutina de vida sedentaria no desarrolla una cantidad mínima de movimiento al día, por ello su cuerpo en su infinita capacidad adaptativa, se acomodará a dicho estado, regulando su actividad corporal y mental ralentizándola poco a poco. La tonicidad muscular disminuirá, podrá padecer alteraciones de sueño, digestivas, cansancio generalizado…

El movimiento, como ya he dicho, es necesario para facilitar el correcto funcionamiento del organismo, y así debe de ser, por lo que si debido a tu situación personal o laboral, eres una persona sedentaria o poco activa, te recomiendo pongas en práctica sencillas medidas que garanticen un mínimo de movimiento al día (aparcar el coche una manzana más alejada y terminar el trayecto caminando, subir escaleras en lugar de tomar el ascensor –no es tan recomendable bajar escaleras–, levantarse 10/20 minutos antes y realizar una rutina de ejercicios sencillos…). El cuerpo y tu mente lo agradecerán, y tú lo notarás. En realidad estas sencillas pautas pueden ser los primeros pasos para adquirir nuevos hábitos. Pero debo advertirte: No cometas la imprudencia de realizar un deporte o matricularte en un gimnasio un mes y luego abandonar toda actividad. Una vez tomada una decisión así, lo conveniente es realizar la actividad escogida de forma continuada. Este tipo de acciones son muy comunes y suponen para la persona sedentaria más perjuicio que beneficio. Las dietas es un buen ejemplo análogo. Si haces algo, tienes que estar motivado y convencido de tu decisión, evalúa previamente las repercusiones que este cambio tendrá en tu vida. En este caso, las cosas temporales no funcionan.

Toda actividad física que exija un aumento significativo de movimiento y tasa cardíaca, desviando a ésta del rango establecido como normal (50% de las pulsaciones máximas de cada uno; por ejemplo, 90 pulsaciones por minuto en una persona de 40 años, no entrenada) supone que el organismo se estrese y ponga en marcha mecanismos que acompañen esa demanda energética extra, produciendo entre otras sustancias, catecolaminas (adrenalina, noradrenalina, dopamina…) que son hormonas y neurotransmisores que se vierten al torrente sanguíneo para ayudar a nuestro sistema a afrontar la demanda de oxígeno y glucosa extra requeridos. Además, las articulaciones tienen que empezar a lubricar líquido sinovial (diartrodiales), el sistema termorregulador del cuerpo acumulará más sangre (restándola de otros sistemas, como la digestión), el sistema nervioso central focalizará la atención y otros procesos cognitivos básicos en la actividad en curso, restando recursos a otras actividades simultáneas… Y si además sumamos un componente emocional de miedo o ira, el cóctel puede resultar muy nocivo para nuestra salud (se marcha el autobús, llegaré tarde al examen/trabajo; pienso en sucesos negativos o que me preocupan mientras realizo la actividad…).

Nuestro organismo está dotado de un software perfecto para hallar el punto de equilibrio en cada situación (homeostasis). Pero un uso abusivo y continuado de este sistema perfecto puede hacer que se deteriore, y con ello nuestra salud.

Cada deporte debe contemplar una preparación física específica para compensar el desequilibrio bilateral, cráneo-caudal y anteroposterior físico que produce cada técnica específica, también debe tener una preparación y organización psicológica para contrarrestar posibles desajustes psicológicos y emocionales.
La actividad física es individual y personal, cada uno tiene un cuerpo con una fisionomía que responde de distinta manera, además de intereses y formas de gestionar las emociones específicas.

Si tu objetivo es la salud, y eres adulto joven o adulto maduro, la actividad física es la mejor opción, pero si eres niño tu único complemento debería ser sólo el juego o una actividad física lúdica... nunca deporte. Éste último solo es válido si te planteas otros objetivos distintos a la salud.

Para que la actividad física cumpla su objetivo de salud, tienes que seguir unos criterios mínimos, que si desconoces deberías solicitar a un facultativo experto en esta materia (licenciados en Educación Física, doctores en Educación Física, preparadores físicos especializados en actividad física y no en rendimiento deportivo). Sólo ellos están capacitados para informarte o instruirte debidamente.
Además, es muy necesario que a dicho acompañamiento físico exista una adecuada gestión de emociones, equilibrio psíquico y social, pues la actividad física conlleva un estado emocional y psicológico que debe gestionarse correctamente, y actualmente no todo el mundo está preparado para ello, pues en las Univesidades aún no hay una ninguna asignatura específica, ya muy necesaria desde hace mucho tiempo: “gestión emocional adecuada”.



Para más información, puedes remitirte al libro escrito por mí y que desarrolla de una forma más amplia todas mis investigaciones hechas hasta el momento:







 

martes, 9 de febrero de 2016

El deporte, la competición y el juego



Actualmente no existe una definición unificada de deporte. Así, desde el mundo científico al saber popular, cada cual habla de deporte bajo puntos de vista y enfoques muy distintos, pero que en las siguientes líneas espero aclarar.

A continuación detallo algunas de las definiciónes más comunes dentro del ámbito científico del término, y que muchos profesionales hemos estudiado y seguido:
  • “Deporte es toda actividad que conlleve juego, ejercicio físico, esté reglado y haya competición” ( J.M. Cagigal)
  • "Actividad física e intelectual humana, de naturaleza competitiva y gobernada por reglas institucionalizadas” (García Ferrando)
  • “Cualquier actividad, organizada o no, que implique movimiento mediante el juego con objeto de superación o de victoria, a título individual o de grupo” (Romero Granados)
Estas descripciones son sólo una muestra de innumerables definiciones más, que no se hacen necesarias para entender que el deporte conlleva competición, de hecho así lo establecen la mayoría, y por tanto rendimiento.

El deporte tiene multitud de usos y finalidades en nuestra sociedad actual, dependiendo de cada perspectiva y autor. Veamos algunas:
     - En función de la práctica (Cagigal):
  • Deporte praxis o práctica.  
  • Deporte espectáculo.
     - En función del adversario:
  • Deportes individuales.
  • Deportes de colectivos.
  • Deportes de adversario.
     - En función de su uso (VV.AA.):
  • Deporte escolar.
  • Deporte en edad escolar.
  • Deporte para todos (Carta europea del Deporte).
  • Deporte competitivo.
  • Deporte de iniciación.
  • Deporte adaptado.
  • Deporte pasivo (espectador). Los espectadores son los que mantienen el sistema deportivo competitivo y de espectáculo que hoy en día conocemos en nuestra sociedad. Sería recomendable evitar incluir a los niños en la dinámica de espectadores al menos hasta la edad de 12/13 años, incluso como practicantes de competiciones deportivas, hasta no haber adquirido un adecuado control y gestión emocional previos.
El deporte, bajo mi propia consideración y perspectiva, recoge una unificación de conceptos, que excluye cualquier influencia social o mediática. Por tanto, deporte es toda práctica que, en base a unas reglas, conlleve a una competición, a una competitividad, midiendo habilidades físicas o psíquicas, y por tanto conlleva un rendimiento.


Juego
 

El juego, está más ligado a una competencia, donde cada uno muestras sus habilidades, sin importar la medición o la comparación.

Como el juego también esta sujeto a muchas interpretaciones y definiciones, me centraré en una definición exclusivamente personal y profesional, basadas en mi experiencia, estudios y desempeño dentro del ámbito escolar, deportivo, de ocio y tiempo libre: 

El juego es toda aquella actividad que el niño, 
de forma individual o en grupo, 
 realiza de forma espontánea u organizada,
  y de cuya experiencia obtiene un aprendizaje, motivación o diversión. 
  
El juego es y debe de ser una vía de aprendizaje, de crecimiento personal, exploración y desarrollo desde la niñez hasta la edad adulta. De hecho, los humanos pertenecemos, junto a algunos primates, a las pocas especies que juegan de forma sistemática durante toda su vida. Normalmente, cuanto más avanzado está un animal en la escala biológica, mayor es el tiempo que dedica al juego durante su infancia (Groos, 1896). 


Juego vs Deporte

El origen filogenético del juego hace que cada especie lo adapte al medio en el que se desenvuelve. En nuestro caso, comúnmente en forma de situaciones figuradas, simulaciones, conversaciones… donde el niño prueba y mejora sus habilidades una y otra vez, sin que sea penalizado por ello. En el juego la competencia del pequeño mejora por momentos, y el proceso es lo más valioso, el resultado importa poco.

Mientras que en el deporte lo relevante es la competición y el rendimiento, las expectativas interfieren y se tiende a ensalzar a los más hábiles. El resultado se impone al proceso… Aquellos que se revelan menos hábiles o aptos, son apartados y desconsiderados. Los errores se penalizan y su evitación genera una tensión constante que altera el equilibrio emocional de la persona que realiza la actividad deportiva (sobre todo en el deporte espectáculo o pasivo).

Una reflexión al respecto: Si a quienes practican deporte se les debería llamar deportistas por definición… ¿por qué los medios de información y comunicación les llaman jugadores?

No tiene nada que ver el término deporte con el término juego, así como deportista y jugador. Son términos completamente diferentes, que la sociedad y los medios mezclan y hablan confundiendo a los receptores de la información (peor aún si son niños, pues están formando su personalidad y autoestima, y luego es muy complicado de corregir).

Estos términos y conceptos tienen un uso tan extendido que dependiendo de quién lo exprese, el motivo y el contexto en que lo haga, tendrá un significado u otro. Hablaremos de deportista cuando se practica un deporte (competición, medir, rendimiento), y de jugador cuando se practica un juego (competencia, aprender, disfrute).

Por favor, empecemos a hablar con propiedad, hagamos más sencilla la forma de entender las cosas. Las mezclas producen confusión, y la confusión inestabilidad.

Debemos transmitir el valor sano de la competición como una superación personal o grupal, inspirado en la colaboración y no en la medición que nos separa los unos de los otros.


Competición

No es nuevo afirmar que la competición surgió como una forma de medir habilidades, fuerza, conocimientos, belleza u otros aspectos entre personas, y por extensión de sus animales o cosas. Tampoco lo es decir que todos los seres humanos son diferentes entre sí, aunque pertenezcan a la misma especie llamada humanidad.

Lo novedoso es el esfuerzo que tratan de hacer algunos sectores de la sociedad y la cultura por eliminar la competición de las relaciones humanas, mientras otros sectores la alimentan.

La competencia sólo debe tener cabida dentro del concepto «autosuperación». Una búsqueda personal e interna de perfección en uno mismo, con la finalidad de aportar los descubrimientos hallados al mundo.

Debemos ser competentes, no competitivos. Mejorar como individuo aporta bienestar.

Tratar de ser mejores con respecto a otro genera estados emocionales que nos perjudican y pueden hacernos enfermar.

La competición es una herramienta que bien usada puede generar valores positivos (sólo en adultos), pero usada de forma descontrolada o inadecuada, generará un desajuste difícil de controlar, provocando sensaciones negativas tanto personales como en el contexto de la persona quien lo practica.

Casi todos los deportes tienen un alto valor competitivo, aunque su desarrollo sea en grupo o equipo, y sus miembros sigan estrategias y dinámicas de coordinación y cooperación. El objetivo final es siempre el mismo: el triunfo sobre el equipo “rival”. La conciencia general de hoy en día está anclada y orientada para ser los mejores, para ganar… cuando al final no se gana ni se pierde, simplemente se hacen unos puntos u otros, se obtiene un trofeo o no, se obtiene una remuneración económica o no... quien realmente se ve afectado es el ego de cada persona.

La competición puede y debe generar valores positivos, eso es cosa de todos.

 
¿Ganar – Perder?

¿Qué es ganar? ¿Qué es perder? ¿Qué significa para cada individuo?

Los adultos tenemos criterios muy distintos de estos términos, pero en el caso del deporte y de la competición ganar suele significar, y sobre todo para el subconsciente, "ser mejor", "más guay", "mírame a mí", "soy mejor que tú", "me quieren más", "euforia temporal", "soy admirado por los demás"... (muy vinculado con el ego). Ganar no implicar ser el mejor, ni mucho menos, simplemente implica que en ese momento, con esas condiciones has hecho una puntuación o superado un obstáculo frente a uno o varios adversarios, influyendo siempre muchos factores ambientales (climatología, terreno físico...), internos (emociones, tono muscular, afectividad, ámbito psicológico, personalidad...), casualidad, etc.

Por el contrario el término perder le dice cosas diferentes a nuestro subconsciente: "soy malo", "soy peor", "no sirvo para esto", "no me van a mirar amí", "me quieren menos"... Bajo esta consideración suele dejar una huella negativa y una falsa creencia que marcará su personlidad, autoestima y, por tanto, su futuro... No juguemos con el futuro de los niños...

Cuando un niño busca una victoria para él o de su equipo, no es negativo, siempre y cuando no haya riesgo físico, psicológico, emocional o social. Competir implica medir, tengamos en cuenta que todos somos diferentes, siempre habrá alguien que me gane en algo, así como yo ganaré en otras cosas...

Medirse y compararse no siempre hace sentir bien, por lo que animo a que los niños no se comparen, no compitan, pues aprenden valores incorrectos. Si por cualquier motivo compitiesen, no deberían sentirse mal en ningún momento, al igual que nunca hay que hacer sentir mal a nadie, pues las emociones, al fin y al cabo, son las que manejan nuestro presente.

Si un niño crece creyendo que siempre tiene que ganar (un fin), no aceptará "una derrota", crecerá creyendo que el mundo está para ser ganado y que todo hay que ganarlo, luchar para un fin. La vida es un continuo, no es ganar y ya, hay que recorrerla, hay que andar cada momento... hay que moverse, no debemos fijarnos sólo en el resultado, pues no vemos lo que tenemos alrededor, que es nuestro presente. La vida se refleja en nuestro presente, y muchas veces dejamos de observar a nuestro alrededor para observar a un futuro que parece no acabar de llegar.

Cuando por el contrario, un niño crece creyendo que hay que hacer las cosas lo mejor que se sepa hacer, para aprender cada momento, aprender de los errores, aceptar el proceso como una oportunidad de mejorar momento a momento, carente de todo tipo de miedo y castigos, aceptando los errores como caminos incorrectos, gestionando las emociones de forma adecuada... este niño generará un alto autoestima y una personalidad muy estable.



Trabajando la estabilidad emocional en la infancia

Los juegos son motivadores en sí mismos, no incluyamos la competición como elemento motivador: a ver quién llega antes, gana el equipo que consiga más puntos, el equipo que lo consiga es el mejor…

Recuerda: Cuando alguien gana, otro por ende tiene que haber perdido. Ganar implica conseguir algo que no se tenía (una puntuación?), y perder implica dejar de tener algo que anteriormente se tenía, por tanto, los niños con los juegos nunca van a perder nada, y por consiguiente no ganarán nada, sólo harán una puntuación u otra...

Los niños, por definición (hasta los 12 años), son emocionalmente inestables, están aprendiendo a controlar sus emociones; cuanto más pequeños más inestables. Necesitan aprender a gestionar sus emociones de forma progresiva y adecuada, aunque paralelamente necesitan crear y generar un alto autoestima, para poder fortalecer cada uno su personalidad y evitar desajustes emocionales que les hagan daño a ellos o a otras personas.

Si en su período de crecimiento, los niños se dejan llevar por situaciones inestables emocionales, por agresiones físicas o psicológicas mal gestionadas o por cualquier conflicto que afecte a su ego, baje su autoestima o altere su personalidad, estamos creando a un adulto potencialmente inestable emocionalmente y en búsqueda, de manera habitual, de mantener un autoestima alta a costa de medirse con otras personas, ser mejor que otros o sencillamente buscar una falsa creencia en que su bienestar depende de cómo le vean los demás... y este camino nunca tendrá un fín, pues el deporte genera adición muy difícil de controlar, y más aún si entras en una 4ª fase de actividad física (de difícil retorno).

Todo esto lo genera el término deporte y todo lo que conlleva (competicion y rendimiento), pues es una medición constante que los niños no pueden entender, sólo se dejan llevar por lo que los adultos les marcan.

Personalmente instaría a las autoridades a que revisasen las Leyes deportivas, pues es una herramienta muy poderosa que no debe de estar en manos de los niños (aún, pues el objetivo está algo lejos del sentido común en cuanto a desarrollo y crecimiento sano infantil).

El niño tiene que jugar, moverse y estar motivado para aprender. Todo juego, educación física, actividad física o ejercicio es necesario para que cada niño y niña crezca y se desarrolle de forma adecuada; somos seres creados para el movimiento, cada uno tiene sus habilidadades e intereses, por lo que se deberían favorecer.

El niño tiene derecho a:
  • Jugar,
  • divertirse,
  • aprender,
  • equivocarse siempre (tener permitido todo tipo de fallos y admitir consecuencias),
  • entender que toda acción tiene una reacción o consecuencia,
  • levantarse ante una caída,
  • ser atendido cuando se haga daño,
  • sentirse protegido en todo momento,
  • recibir ayuda cuando la pida,
  • ...
Por el contrario, el niño debe evitar:
  • Las palabras ganar o perder (porque nadie gana y nadie pierde, todavía no lo entienden. El subconsciente se está llenando de términos mal empleados, pues si siempre quieren ganar porque es lo que he aprendido, el niño aprende a imponerse ante otras personas y no acepta otras cosas o aprendizajes).
  • Practicar cualquier tipo de deporte (pues conlleva rendimiento y competición, y un crecimiento adecuado y sano implica una estabilidad en su crecimiento y desarrollo físico, emocional, psicológico y social, y el deporte no se lo puede aportar, porque en la atualidad no tenemos profesionales especializados en gestión emocional de la infancia preparados, porque tristemente no es una asignatura que actualmente exista en nuestras escuelas, institutos y universidades).
Tengo que remarcar que si por cualquier motivo un padre decide apuntar a su hijo o hija a practicar un deporte que por favor, lo haga con personas profesionales que les demuestren un control adecuado a su edad y con características psicoevolutivas adecuadas, que sepa gestionar de forma adecuada sus emociones y que no le de más importancia a la competición de la que realmente tiene (pues un niño no lo entiende facilmente).

Hay que tener en cuenta que actualmente, en España, no existe una Ley de regulación profesional del deporte (se sigue debatiendo sin ningún acuerdo), ni coherencia entre los propios profesionales del sector, ni trabajo multidisciplinar adecuado y coherente entre los sectores de la educación, deporte, economía, sanidad, religión... Por tanto nos toca a los padres opinar en materia de deporte, con la ayuda de una posible coherencia o serntido común en los centros educativos.

Desde este Blog abogo por acompañar un pequeño cambio en nuestra forma de pensar, para que no nos dejemos llevar por los medios ni por los demás, pues todos y todas somos personas altamente inteligentes, podemos decidir por nosotros mismos. La información está ahí, todo está en Internet, simplemente sé crítico contigo mismo y no te dejes llevar por los comentarios de nadie, haz y desarrolla lo que consideres, pero no olvides que si estás al cuidado de un niño, estás al cuidado de un potencial adulto de nuestro propio futuro...

Pregúntate, ¿cómo te gustaría que fuese tu futuro?... Pues actúa de forma coherente con los niños de hoy en día.

La educación es lo más importante en nuestra sociedad, es la base de toda especie humana, pues es el soporte de nuestro futuro, nuestro mañana...

Piensa: Si un niño crece bajo la influencia de una sociedad competitiva, donde la distinción es premiada o remunerada, negará las oportunidades de colaboración, aceptación y autosuperación. Intentará adaptarse a un entorno en continuo cambio, viviendo con angustia su posición ante los demás. Y al llegar a la edad adulta, su actitud competitiva formará parte de su personalidad, extendiéndose al resto de aspectos de su vida, como el trabajo, las posesiones, las relaciones sociales y de pareja, etc. Relegará su existencia al reto y la apariencia.

No quisiera terminar sin transcribir la cita del popular actor Will Smith:

Gastamos el dinero que no tenemos,  
en cosas que no necesitamos, 
 para impresionar a gente a la que no le importamos”.



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